Episodio 83. Un truco que te ayuda a entender la meditación
En el episodio de hoy te explico de manera muy gráfica cómo funcionan la mente y las emociones, y cómo funciona la meditación.
Sabiendo esto, te será mucho más fácil sentarte en el zafu a meditar, y además llevarte esta enseñanza al día a día.
Pero antes de empezar te voy a invitar a echar un vistazo los cursos de yoga online en los que te enseño a tener una practica personal autónoma y adaptada a tus necesidades, sin depender de vídeos o meditaciones guiadas, y lo más importante, a crear tu estilo de vida yogui con el objetivo de sacar la felicidad fuera de la caja.
Meditar es entender, no solo sentarse
Imagina por un momento un cielo.
Despejado. Azul. Con el sol brillando arriba.
Y ahora imagina que ese cielo eres tú.
Este episodio del podcast nació con la intención de ayudarte a meditar, sí. Pero sobre todo, de ayudarte a entender qué estás haciendo cuando meditas. Porque si entiendes lo que estás haciendo, puedes practicar con autonomía. Puedes dejar de depender de audios, de vídeos, de guías externas. Y eso es lo que buscamos en Enyógate: enseñarte a construir tu propio camino.
La metáfora de hoy es muy visual. Y, por lo tanto, muy útil. De esas que se quedan contigo y puedes recordar en medio de la tormenta. Literalmente.
El cielo como metáfora de tu mente
Vamos con la imagen: el cielo.
Ese cielo que vemos desde abajo puede tener muchas formas. Puede estar cubierto de nubes. Puede llover. Tronar. Puede estar gris, oscuro, negro. Puede parecer que no hay nada detrás.
Pero si alguna vez has montado en avión, sabes que en cuanto subes por encima de esa capa de nubes, todo cambia. El cielo está azul. El sol sigue ahí. Siempre está. Da igual cómo esté el tiempo en la superficie: por encima, el cielo sigue siendo el mismo.
Ese cielo, ese azul constante, es tu esencia.
Tu ser más profundo, tu centro, tu calma. Eso que no cambia, aunque todo a tu alrededor (y dentro de ti) sí lo haga.
Las nubes serían todo lo demás.
Tus pensamientos. Tus emociones. Tu diálogo interno. Tus preocupaciones, miedos, enredos.
Todo eso va y viene. Algunas veces aparecen nubes ligeras, de esas que apenas cubren. Otras veces hay tormenta. Rayos. Estruendo. Y hay días, claro, en los que parece que no hay forma de ver más allá de ese cielo cubierto.
No eres la nube, eres el cielo
Pero el cielo no son las nubes. El cielo no es la lluvia. Ni el granizo. Ni el viento.
Son fenómenos que suceden en el cielo, pero no son el cielo.
¿Ves la diferencia?
Esto, que puede parecer una metáfora bonita, es en realidad una enseñanza profunda de cómo funcionamos. Porque muchas veces nos identificamos con lo que pasa. Con la emoción. Con el pensamiento. Y creemos que somos eso. Que somos ese enfado. Ese miedo. Esa tristeza. Esa preocupación que no se va.
Pero no lo somos. Somos el cielo.
La emoción está sucediendo, sí. Pero tú no eres esa emoción. Tú eres el espacio donde esa emoción sucede. El fondo. Lo que no cambia. Lo que está ahí incluso cuando no puedes verlo.
Cuando las emociones te atrapan
Hay días —como en el cielo— en los que dentro de ti también hay tormenta.
Un conflicto.
Una pérdida.
Una herida que se activa.
Una frase que te dice alguien y toca un lugar sensible.
Una inseguridad que se despierta.
Y entonces viene la emoción. Y te atrapa. Se apodera de ti. Se te lleva. Hay veces en que sentimos que somos eso. Que no hay nada más. Pero no es verdad. Detrás sigue estando el cielo. Solo que lo hemos perdido de vista.
A eso se le llama estar secuestrados emocionalmente. Es cuando la emoción toma el control y no deja espacio para la parte racional, para la calma. Cuando respondemos desde el impulso. Desde la herida. Desde el ruido.
Y ahí es donde entra la conciencia testigo.
La conciencia testigo: tu piloto interior
La conciencia testigo es como ese piloto que va en el avión. El que puede ver el cielo desde arriba. El que sabe que aunque haya turbulencias, por encima sigue habiendo claridad.
Ese piloto puede mirar las nubes, verlas, explorarlas… pero no se identifica con ellas. No se deja arrastrar por la tormenta. No intenta cambiarlas. Solo las observa. Las atraviesa. Sube. Toma distancia.
Eso hacemos cuando meditamos.
Y eso es lo que podemos entrenar también en nuestro día a día.
La conciencia testigo es la que nos permite tomar distancia de lo que sentimos y pensamos, y darnos cuenta de que eso no somos nosotros. Es la que nos ayuda, por ejemplo, cuando alguien nos dice algo que nos duele. En lugar de reaccionar desde la herida, podemos observar: “Esto me está tocando algo… pero yo no soy esta reacción. Puedo responder desde otro lugar.”
La conciencia testigo observa. No juzga. No rechaza. No se identifica. Y eso nos cambia la vida.
Aplicar esta imagen en tu práctica de meditación
En meditación, esta metáfora se convierte en una práctica muy potente. Nos sentamos, cerramos los ojos y visualizamos nuestra mente como ese cielo. Cuando surgen pensamientos, los vemos como nubes. Igual que cuando aparecen emociones, las observamos pasar como si fueran una tormenta.
Y ahí, desde ese lugar interno, nos recordamos:
“Yo no soy mis pensamientos.
Yo no soy mis emociones.
Yo soy el cielo azul que está detrás.”
No se trata de luchar contra las nubes. Ni de intentar que desaparezcan. Eso es como si el piloto del avión intentara mover una nube con las manos. No se puede. Lo que sí podemos es no perdernos en ellas. No olvidarnos del cielo que está detrás.
Y lo más bonito es que esto no solo sirve para meditar. Sirve también para vivir.
Porque esas emociones, esos pensamientos, no solo aparecen cuando te sientas en tu esterilla o en tu cojín. Aparecen cuando estás en el trabajo. Cuando discutes con alguien. Cuando tienes un día difícil. Cuando sientes que no puedes más.
Y ahí también puedes elegir ser el piloto. Tomar distancia. Observar lo que pasa dentro de ti.
Y no perder de vista quién eres.
No luches con la nube, recuerda el cielo
Así que si te cuesta meditar, si sientes que tu cabeza no para, si te enredas con lo que sientes… esta metáfora puede ayudarte muchísimo.
Porque no hay que luchar contra las nubes. Solo hay que dejar de identificarse con ellas.
Meditar no es dejar la mente en blanco. Meditar es recordar el cielo que hay detrás.
Y en eso se basa todo el camino del yoga. Volver al centro. A tu esencia. A lo que no cambia.
Si quieres profundizar más en esta práctica, en Enyógate tienes dos opciones muy valiosas:
El curso Mente en calma, mente feliz, pensado para aprender a meditar desde cero, paso a paso.
La Mentoría Samadhi, donde no solo trabajamos meditación, sino también asana, pranayama, alimentación, filosofía… Un acompañamiento completo para integrar el yoga en tu vida de forma consciente y profunda.
Porque como siempre digo:
Si te doy un vídeo, practicarás un día.
Pero si te enseño a entender el yoga, podrás practicar siempre.
Y eso, amiga, no tiene precio.
Te agradezco mucho que hayas decidido compartir este ratito de yoga conmigo, me encantará que me dejes un comentario en Spotify, en nuesto canal de Telegram o RRSS y sobretodo, muchas gracias por unirte a La Escuela online en Enyógate.com, porque de esa manera lo que hago cobra sentido y además me ayudas a que pueda seguir ofreciendo espacios como este.
Te espero en el próximo episodio. Que tengas un día estupendo, consciente y lleno de sentido. Namasté.
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