Episodio 70. La postura de meditación: no es tan fácil como parece
Sentarse a meditar no es tan fácil como parece.
Muchas personas que empiezan a meditar se encuentran con un obstáculo que no esperaban: la postura. Les cuesta estar cómodas, se les duerme una pierna, sienten la espalda tensa, la cadera rígida… y al poco rato, en vez de meditar, están lidiando con una lucha interna para no moverse, para sostener el cuerpo, para no abandonar.
A veces incluso sienten que “no sirven para meditar” solo porque su cuerpo no consigue mantenerse en una postura aparentemente simple.
Pero aquí hay algo importante que entender: la postura de meditación no es natural para la mayoría de nosotros. En la vida actual occidental no pasamos tiempo sentados en el suelo con las piernas cruzadas, no tenemos la cadera abierta ni la columna acostumbrada a sostenerse sin respaldo. Así que lo primero que necesitamos es desmitificar esta idea de que meditar es simplemente “sentarse y cerrar los ojos”. La postura se aprende, se adapta y se prepara.
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La trampa de la incomodidad y el sabotaje de la mente
Además, hay otro nivel más sutil: cuando la postura nos resulta incómoda, la mente encuentra una excusa perfecta para no profundizar. Empieza a centrarse en el dolor de la rodilla, en el cosquilleo del pie, en la tensión del cuello. Y eso la mantiene entretenida en lo superficial, evitando el silencio profundo que aún no sabe sostener.
Esta es una trampa muy común, especialmente cuando estamos empezando. La mente no está entrenada, y al igual que un músculo que no se ha trabajado, se resiste. Prefiere el movimiento, la distracción, lo conocido. Por eso es tan importante tener una postura que nos permita estar presentes sin que el cuerpo se convierta en un enemigo.
Firmeza y comodidad
El Yoga Sutra II.46 nos dice: “Sthira sukham asanam”, que puede traducirse como: “la postura debe ser firme y cómoda”. Es decir, no se trata de forzar ni de aguantar, sino de encontrar ese equilibrio entre estabilidad y bienestar. Una postura que sostenga la atención sin volverse una tortura.
La práctica de asana, en el yoga tradicional, se desarrolló justamente para preparar al cuerpo para la meditación. Las posturas físicas abren las caderas, fortalecen la espalda, liberan tensiones, y hacen que el cuerpo pueda sentarse, quieto y despierto, durante más tiempo. Porque meditar no es relajarse. Es un ejercicio profundo para la mente, que requiere un cierto nivel de energía y atención. Y la postura tiene un papel fundamental en eso: ayuda a que la energía (prana) circule, mantiene la columna erguida, y favorece la claridad mental.
Preparar, adaptar y sostener
Antes de sentarte a meditar, dedica unos minutos a preparar tu cuerpo. Algunas posturas útiles pueden ser:
- Baddha konasana (postura del zapatero)
- Upavistha konasana (flexión hacia delante con piernas abiertas)
- Marjaryasana-bitilasana (gato-vaca) para movilizar la columna
- Setu bandhasana (puente) para abrir el pecho
Después, busca una postura de meditación que te funcione a ti:
- Sukhasana (piernas cruzadas con apoyo bajo la pelvis)
- Vajrasana (sentada sobre los talones, con cojín o banco de meditación)
- Postura sobre una silla (con los pies bien apoyados y la espalda recta sin recostarse)
Puedes usar apoyos: cojines, mantas dobladas, bloques. Lo importante es que tu pelvis esté ligeramente más alta que tus rodillas, tu columna erguida pero no rígida, y tu rostro relajado. A veces hace falta experimentar hasta encontrar la variante que te permita estar sin tensión.
Y sobre todo: sé paciente. La postura se cultiva, igual que la mente. No te exijas perfección. Busca sostén, escucha, y constancia.
Un detalle más: cultivar el hábito desde la suavidad
Meditar no es hacerlo perfecto desde el día uno. Es construir un espacio donde puedas encontrarte contigo, aunque al principio haya ruido, incomodidad o distracción. Tener una postura que te acompañe en ese proceso es clave para que ese encuentro sea amable y posible.
Si cada vez que te sientas a meditar tu cuerpo sufre, tu mente se agita y tu energía cae… es probable que necesites revisar tu postura antes de seguir culpándote por no “lograrlo”.
Aprende a meditar desde lo real
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Aprenderás a sentarte con comodidad, a elegir tu postura, a preparar tu cuerpo, y sobre todo, a entrenar tu mente para que la práctica no sea una lucha, sino un refugio.
Descubre cómo integrar la meditación en tu día a día de forma natural, profunda y sostenida.
Tu mente puede ser tu mayor aliada. Solo necesita práctica… y una buena postura para empezar.
Te agradezco mucho que hayas decidido compartir este ratito de yoga conmigo, me encantará que me dejes un comentario en Spotify, en nuesto canal de Telegram o RRSS y sobretodo, muchas gracias por unirte a La Escuela online en Enyógate.com, porque de esa manera lo que hago cobra sentido y además me ayudas a que pueda seguir ofreciendo espacios como este.
Te espero en el próximo episodio. Que tengas un día estupendo, consciente y lleno de sentido. Namasté.
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