Haz una prueba rápida: lleva una mano hacia atrás e intenta rascarte justo entre los omóplatos.
¿Llegas bien?
¿O notas que te quedas a medio camino, como si el hombro se hubiera vuelto un poco tímido sin avisar?
A veces no hace falta un gran susto, un dolor fuerte o una lesión para darnos cuenta de que el cuerpo pierde movilidad. Basta un gesto tan tonto como este. Ese pequeño punto de la espalda que antes alcanzabas sin pensar… y que ahora parece que se ha mudado dos centímetros más arriba.
Y lo curioso es que no nos damos cuenta de cuándo ha pasado.
Ni en qué momento empezamos a “perder terreno”.
No ha sido en un día. Ni en una semana.
Ha sido poco a poco: entre horas de ordenador, desplazamientos, prisas, ese ir y venir en automático que nos deja el cuerpo a medias y la cabeza a mil.
La movilidad del hombro es una de las primeras cosas que se empobrece cuando vivimos así. No duele necesariamente. Simplemente se va apagando. Sin ruido. Sin drama. Como una puerta que empieza a chirriar porque hace meses que nadie la abre del todo.
Cuando el hombro deja de acompañarte
Hay gestos diarios que te lo dicen sin necesidad de diagnóstico:
Te pones la chaqueta y notas que el brazo hace ese movimiento torpe.
Intentas dejar un vaso en una balda alta y sientes el hombro pesado, poco fluido.
Recoges algo del asiento trasero del coche y aparece esa incomodidad rara, no dolor, pero sí un “esto antes no era así”.
La mayoría de la gente lo normaliza.
Piensan: “Será la edad”, “estaré cansada”, “mañana se me pasa”.
Pero la realidad es más sencilla y más honesta:
si no mueves una articulación, esa articulación se mueve peor.
Y los hombros son especialistas en recordárnoslo.
El ritmo del día, las posturas cerradas, el teléfono móvil, el sedentarismo… Todo suma.
Y cuando llevamos semanas, meses o incluso años sin mover los hombros en toda la amplitud que tienen disponible, el cuerpo empieza a adaptarse.
Primero te quita un milímetro, luego un centímetro, luego un poco más. Hasta que, de repente, un día quieres rascarte la espalda y el brazo no coopera.
Y no, no se trata sólo de “estirar”
Que levante la mano quien haya intentado estirar el hombro tirando del brazo hacia un lado… y haya sentido que, más que aliviar, estaba forzando algo que no se sentía preparado.
El hombro no es un músculo que se estira sin más.
Es una articulación compleja, amplia, móvil y profundamente influenciada por la postura de toda la parte alta del cuerpo.
Cuando el hombro está rígido, no suele ser una cuestión de “me falta fuerza” o “tengo un músculo acortado”.
Casi siempre es falta de movimiento real.
Falta de lubricación articular.
Falta de movilidad funcional: suave, progresiva, consciente.
Sin eso, el cuerpo se defiende.
Te limita.
Te cierra la puerta.
Y aquí está la clave:
no necesitas sesiones larguísimas para recuperar movilidad.
Necesitas constancia. Suavidad. Y un enfoque que respete cómo está tu cuerpo hoy.
Lo que pasa cuando llevas un tiempo sin mover los hombros
Aunque no haya dolor, la falta de movilidad tiene efectos que sí notas en tu día a día:
- Te cuesta más abrir el pecho y sostener una postura erguida.
- La respiración se vuelve corta, poco expansiva.
- La articulación se siente “seca”, como si moviera con fricción.
- Aparecen compensaciones en el cuello y la parte alta de la espalda.
- Los movimientos cotidianos se vuelven menos fluidos.
Y si además practicas yoga, esto se amplifica.
Porque subir los brazos en un Saludo al Sol, apoyar el peso del cuerpo en Perro Boca Abajo o colocar las manos detrás en una apertura torácica… requiere movilidad real del hombro.
No fuerza.
Movilidad.
Cuando esa movilidad no está, la práctica se vuelve incómoda o no tan agradable como podría ser.
Mover los hombros para abrir el cuerpo (y la mente)
La movilidad articular no es solo “hacer círculos”.
Es despertar un espacio que estaba dormido.
Es volver a recordarle al cuerpo que tiene opciones. Que puede ir más allá del gesto pequeño y repetitivo del día a día.
A nivel físico, trabajar la movilidad del hombro:
- mejora el rango de movimiento
- lubrica la articulación
- libera rigidez en la cintura escapular
- ayuda a respirar con más amplitud
- prepara el cuerpo para una práctica más segura y fluida
A nivel más interno —energético, emocional, mental—, abrir esta zona desbloquea algo más sutil:
Cuando el pecho se abre un poco más, también se abre nuestra receptividad.
Cuando los hombros dejan de estar “pegados hacia adelante”, la energía sube mejor.
La mente respira.
El cuerpo se siente menos colapsado.
Y eso, aunque suene simple, cambia muchísimo cómo atraviesas el día.
Por eso este calentamiento te puede venir tan bien
El vídeo que tienes aquí abajo está pensado para darte justo lo que muchas veces te falta:
unos minutos de movilidad suave para despertar la articulación del hombro y prepararla para lo que venga después.
No hace falta que tengas una práctica avanzada.
No hace falta que tengas mucho tiempo.
Tampoco necesitas estar “muy flexible”.
Son movimientos circulares, conscientes, fáciles… pero muy efectivos cuando se repiten con regularidad.
Puedes usar este calentamiento:
- como inicio antes de una clase completa
- como pausa a mitad del día
- como rutina mañanera para soltar rigidez
- o como rutina de movilidad si llevas tiempo sin mover los hombros en amplitud
Lo importante no es cuánto rato lo haces, sino con qué atención.
Con qué suavidad.
Con qué constancia.
Y si quieres seguir integrando esto en tu cuerpo…
Este vídeo es parte de una de las clases de La Escula. Si notas que estos minutos te sientan bien, que tu cuerpo agradece moverse sin prisa y sin exigencias, que te gustaría tener una guía semanal para no ir sola… Enyógate puede ser tu lugar.
Dentro de la suscripción mensual a La Escuela tienes:
- una clase guiada cada semana para profundizar
- rutinas permanentes (iniciación, espalda sana, mañana y noche…)
- talleres mensuales en directo
- un enfoque realista, humano y progresivo
- un grupo donde compartir, avanzar y sentirte acompañada
Y si ya llevas un tiempo practicando y sientes que te falta una guía clara, un camino, un orden que te permita avanzar de verdad en tu práctica —no solo hacer clases sueltas—, entonces la Mentoría Samadhi te puede encajar como un guante.
No hace falta ir rápido.
No hace falta hacerlo perfecto.
Hace falta foco y acompañamiento.
Y eso es lo que hacemos dentro.


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