Episodio 82. En yoga la constancia es la clave, nos guste o no
Nos guste o no —y normalmente no nos gusta— la constancia es la clave para avanzar en el yoga. Y en la vida.
Este episodio nace con una intención clara: poner sobre la mesa lo que de verdad marca la diferencia en la práctica. No es la técnica más exótica, ni la playlist más bonita, ni la clase más creativa. Es repetir. Hacer lo mismo una y otra vez. Como cuando tu madre o tu abuela hacen esa tortilla de patatas que no falla.
Sí, puede sonar raro empezar un podcast de yoga hablando de tortillas, pero quédate porque el símil tiene más miga de lo que parece.
Pero antes de empezar te voy a invitar a echar un vistazo los cursos de yoga online en los que te enseño a tener una practica personal autónoma y adaptada a tus necesidades, sin depender de vídeos o meditaciones guiadas, y lo más importante, a crear tu estilo de vida yogui con el objetivo de sacar la felicidad fuera de la caja.
La receta secreta no es tan secreta
Piensa un momento en la tortilla de patatas más rica que has comido en tu vida. ¿Cuál es? ¿Quién la hacía? Probablemente has pensado en la de tu madre o en la de tu abuela. No es casualidad. Nadie dice “la mía” con orgullo, aunque también cocines bien. Y es que hay algo que ellas han hecho durante años, incluso décadas: repetir la misma receta.
No experimentan cada vez. No hoy con más huevos, mañana con menos. Han afinado tanto la receta que ya no es solo una tortilla, es un arte. Y eso no se consigue de un día para otro. Es el resultado de la repetición. De conocer la mezcla justa de ingredientes y de haberla practicado una y otra vez, hasta que sale sola.
Y esto, aunque parezca una tontería, es exactamente lo mismo que pasa con el yoga.
Queremos resultados, pero no queremos repetir. Queremos transformar, pero sin pasar por el compromiso. Queremos llegar a la cima de la montaña, pero cambiando de sendero cada día. Así es difícil llegar.
Yoga en la era del consumo
Vivimos en una época de novedades. Todo es nuevo, todo es mejorado, todo es más rápido. Lo último en series, en móviles, en métodos. Y esto, sin darnos cuenta, se ha filtrado también en el yoga. Hay infinitas aplicaciones, plataformas con bibliotecas de clases, retos semanales, meditaciones para cada momento del día… y parece que lo importante es tener muchas opciones, como si cuantas más técnicas probáramos, más avanzáramos.
Pero no es así.
Avanzar no es cambiar constantemente. Avanzar es repetir lo mismo una y otra vez hasta que tu cuerpo y tu mente lo integran. Como con la tortilla. No por cambiar de receta cada día vas a mejorar tu cocina. Lo que mejora tu cocina es conocer tus ingredientes, tu fuego, tu tiempo. Lo mismo pasa con tu práctica.
Nos cuesta verlo porque la mente prefiere entretenerse. Nos tienta la gratificación instantánea. Abrimos Instagram y vemos una nueva serie de asanas, y venga, a probarla. Mañana una nueva meditación. Pasado otra. Pensamos que eso es avanzar, pero es una trampa. Porque cada vez que cambias de técnica estás empezando de nuevo. Y así, aunque creas que te estás moviendo, en realidad estás girando en círculos.
Es como intentar subir una montaña por un camino diferente cada día. Hoy empiezas por el norte, mañana por el este, pasado por el sur… pero nunca llegas más allá del primer tramo. Porque cada día vuelves a empezar.
La alquimia necesita tiempo
Y esto no lo digo para desanimarte. Lo digo para que nos demos cuenta. Para que pongamos el foco donde de verdad importa.
La constancia no es aburrida. La repetición no es estancamiento. Todo lo contrario. Porque tú no eres la misma cada día. Aunque repitas la misma serie de asanas, tu cuerpo cambia, tu energía cambia, tus emociones están en otro punto. Cada día te encuentras diferente sobre la esterilla. Así que cada repetición es una oportunidad de conocerte más. De ver qué ha cambiado en ti.
Esto lo hemos hablado también en la mentoría Samadhi, en concreto esta semana, que estamos trabajando dharana, la concentración. Y tiene todo que ver con esto: ¿dónde pongo mi atención? ¿Qué me la roba? ¿Dónde estaría si no la tuviera dispersa?
La constancia es eso. Es traer la atención una y otra vez a lo que importa. A ti. A tu práctica. No a lo nuevo, no a lo brillante, sino a lo profundo.
Y ojo, no digo que no se pueda enriquecer la práctica. Yo misma hago formaciones, cursos, sigo aprendiendo. Pero no voy cambiando de sistema cada dos semanas. Sigo un camino. Exploro, pero desde una base sólida. Eso es lo que da profundidad.
Lo otro es consumo. Puro y duro. Consumo espiritual, si quieres llamarlo así. Y cuando el yoga entra en una sociedad como la nuestra, que lo consume todo, lo desvirtúa. Ya no es un camino de transformación, es una colección de técnicas. Pero el yoga no es eso. El yoga es repetición, compromiso, alquimia. Y la alquimia necesita tiempo. No se hace en un fin de semana.
Por qué cuesta tanto ser constante
Muchas veces lo que evitamos con ese cambio constante es enfrentarnos al malestar. Cuando repetimos una práctica, nos encontramos con partes nuestras que incomodan. La mente agitada, la emoción que no nos gusta, el cansancio, la frustración. Y preferimos cambiar. Buscar otra técnica. Otra clase. Otra profesora.
Pero justo ahí, en esa incomodidad, está el punto de inflexión. Lo que marca la diferencia. Lo que te hace conocerte y transformarte.
Ser constante no es ser rígido. No es hacer lo mismo como un robot. Claro que adaptamos la práctica según cómo estamos ese día. Si me duele la espalda, si estoy muy cansada, si hay tensión emocional. El yoga tiene esa flexibilidad. Pero dentro de una estructura, dentro de un compromiso.
Y para sostener ese compromiso necesitamos recordarnos el porqué. ¿Por qué practico? ¿Qué estoy buscando? ¿Qué necesito de verdad? Volver a ese porqué es lo que nos ayuda a seguir. A pesar del cansancio, de la pereza, de la mente que quiere cambiar.
También ayuda crear nuestro espacio. Tener ese rincón que nos invita a volver. Nuestra esterilla, nuestro zafu. Y también ser amables con nosotras mismas. No pasa nada si un día no puedes hacer una hora. Haz diez minutos. Lo importante es estar. Estar por ti. Ese es el verdadero autocuidado.
Porque no se trata de coleccionar técnicas, sino de recorrer un camino. Y para recorrerlo hay que elegir. Elegir un tipo de práctica. Un estilo de meditación. Una serie. Y quedarte ahí el tiempo suficiente para que algo cambie.
Para que tú cambies.
El camino no son mil clases, sino una práctica profunda
Y si no sabes por dónde empezar, o si sientes que necesitas una guía para no ir cambiando de camino cada semana, para tener un mapa claro… para eso está la escuela Enyógate. No te doy solo clases. Te doy herramientas para construir tu práctica. Para que no dependas de vídeos. Para que no te pierdas entre tantas opciones. Para que de verdad avances.
Porque si te doy un vídeo, practicas un día. Pero si te enseño a entender el yoga, puedes practicar toda la vida.
Y eso —igual que la tortilla de tu abuela— no tiene precio.
Te agradezco mucho que hayas decidido compartir este ratito de yoga conmigo, me encantará que me dejes un comentario en Spotify, en nuesto canal de Telegram o RRSS y sobretodo, muchas gracias por unirte a La Escuela online en Enyógate.com, porque de esa manera lo que hago cobra sentido y además me ayudas a que pueda seguir ofreciendo espacios como este.
Te espero en el próximo episodio. Que tengas un día estupendo, consciente y lleno de sentido. Namasté.
Deja una respuesta