Episodio 81. Reflexiones sobre el apagón, Woody Harrelson y un psiquiatra infantil
Con este título tan raro, quiero contarte las reflexiones que he hecho últimamente sobre el uso de la tecnología, sobretodo del smartphone, sobre dharana (la concentración) en el día a día.
Y quiero invitarte a hacer tus propia reflexión como ejercicio de toma de conciencia de algo que nos acompaña casi cada momento de nuestro día.
Pero antes de empezar te voy a invitar a echar un vistazo los cursos de yoga online en los que te enseño a tener una practica personal autónoma y adaptada a tus necesidades, sin depender de vídeos o meditaciones guiadas, y lo más importante, a crear tu estilo de vida yogui con el objetivo de sacar la felicidad fuera de la caja.
El ruido invisible que te roba la paz (y cómo empezar a apagarlo)
Últimamente, hay algo que me ronda la cabeza y necesitaba compartirlo contigo. No porque tenga una solución mágica ni porque quiera sentar cátedra. Solo porque creo que necesitamos hablar más de esto: la tecnología, los móviles, el ruido constante, y lo que nos están quitando sin que apenas lo notemos.
La chispa que encendió esta reflexión fue una conversación en el rocódromo. Estaba con un amigo, descansando entre bloque y bloque, y me contó una noticia sobre Woody Harrelson, el actor estadounidense. Resulta que hace tres años dejó por completo de usar el móvil. Nada de WhatsApp. Nada de redes. Nada de estar “localizable” a todas horas. Se comunica solo por teléfono fijo y correo electrónico. Y lo más impactante: dice que ha recuperado su paz mental.
Y claro, nos pusimos a hablar de eso.
Siempre disponibles, siempre interrumpidos
Piensa un momento en esto: ¿cuántas veces al día suena tu móvil? ¿Cuántas veces miras la pantalla sin siquiera saber por qué?
Nos hemos acostumbrado a llevarlo siempre encima. A estar disponibles. A contestar al instante. A revisar cada notificación. Y si no lo hacemos, aparece esa vocecita interna: “¿Y si alguien me necesita? ¿Y si pasa algo?”.
Pero… ¿y si lo que estamos perdiendo por estar siempre disponibles es precisamente lo más valioso que tenemos?
Mi amigo lo decía claramente: “Me quita paz mental. Me interrumpe. Me desconcentra”. Y no está solo. A muchas nos pasa. A mí también.
De hecho, hace poco hubo un apagón de redes en toda España. Desde la mañana hasta bien entrada la noche. Y lo curioso fue que, lejos de agobiarme, sentí una paz inmensa. Como si algo me soltara. Como si por fin pudiera estar tranquila sin que nadie esperara nada de mí. Una desconexión real, aunque fuera obligada.
Y ahí me di cuenta de algo importante: el móvil, aunque lo use poco, aunque intente ponerle límites… sigue estando ahí. Pitando. Reclamando atención. Un estímulo constante. Una demanda que, por pequeña que parezca, nos saca de nosotras mismas.
El espejismo de la conexión
No se trata de demonizar la tecnología. Yo la uso. Trabajo con ella. Me promociono con ella. Gracias a internet, muchas personas encuentran mi escuela y pueden empezar su camino yogui. Y eso es maravilloso.
Pero también es cierto que algo se ha descontrolado.
La conexión digital no siempre es conexión real. Muchas veces es todo lo contrario: es distracción, es ruido, es ansiedad. Y el problema no es solo el móvil, sino lo que hemos normalizado en torno a él.
Pensamos que no se puede vivir sin WhatsApp. Que hay que estar accesibles todo el tiempo. Que si no contestamos al momento, algo falla. Pero no es verdad. Hay otras formas. Hay otras maneras de estar presente, de relacionarse, de comunicarse.
Y si Woody Harrelson puede vivir sin móvil —con todas las reuniones, compromisos y exigencias de alguien en su posición— ¿de verdad no podríamos hacer algo parecido, al menos en parte?
Lo que ya no veo (y lo que he ganado)
Esta reflexión me llevó a otro recuerdo. Hace unos tres años dejé de ver la televisión. Así, directamente. Empecé eliminando programas poco a poco, hasta que me quedé solo con las noticias. Pero un día, mientras comía, me encontré viendo imágenes terribles: una guerra, niños heridos, gritos. Y me pregunté: “¿Qué necesidad tengo de ver esto justo ahora?”.
Ese momento, en el que se supone que estoy cuidando mi energía, alimentándome con calma… estaba siendo invadido por el horror.
Las noticias, desde hace tiempo, se han vuelto un espectáculo de lo crudo. ¿Quién muestra la imagen más impactante? ¿Quién puede provocar más conmoción? Y yo ya sabía que había una guerra. No necesitaba ver a un niño ensangrentado para saberlo.
Así que apagué la tele. Y no volví a encenderla. Y, al igual que con el apagón del móvil, sentí paz. Una paz profunda. Como si pudiera volver a centrarme en lo que sí quiero nutrir en mi vida.
La opinión del psiquiatra
Casualmente, o no, estos días también me topé con una columna en El País que me removió por dentro. La firmaba un psiquiatra infantil con más de 20 años de experiencia, que compartía su inquietud al ver, cada vez con más frecuencia, a niños de cuatro, seis, ocho… incluso adolescentes de dieciséis años, absortos frente a las pantallas en su consulta.
Hablaba de algo que llamó “déficit de vida real”, una frase que se me quedó grabada.
Decía —cito casi textual— que el desarrollo cerebral necesita juego libre, naturaleza, vínculos afectivos y conversación. Que si todo eso se reemplaza por estimulación digital plana y repetitiva, aparece un fenómeno silencioso pero muy grave. Y remataba con algo que me atravesó: “el cerebro no espera y la infancia no se repite”.
No se trata solo de los niños, claro. Esto nos interpela a todos. Porque también nosotros —adultos— vivimos cada vez más atrapados en esa estimulación repetitiva, hipnótica y desconectada. Estamos dejando de habitar la vida real, y eso es algo que el yoga, desde hace miles de años, nos invita justamente a revertir: volver al presente, a la atención, a la experiencia directa.
¿Y si empezamos un pequeño ayuno digital?
No quiero decirte lo que tienes que hacer. No quiero que esto suene a “manual de vida perfecta”. Porque ni existe eso, ni yo lo tengo.
Solo quiero compartir contigo esta pregunta que me hago cada día:
¿Qué me está robando la paz sin que me dé cuenta?
Quizá sea el móvil. Quizá sea la televisión. Quizá sea esa necesidad invisible de estar “siempre para todo”.
Lo que sí sé es que cuando empiezo a poner límites, a apagar cosas, a elegir el silencio… aparece algo muy valioso: mi presencia. Mi tiempo. Mi vida.
Así que si esto te resuena, si sientes que necesitas un poco de aire entre tanta notificación, te animo a probar. Un día sin móvil. O sin redes. O sin noticias. Lo que puedas, lo que te venga bien.
Pequeños ayunos digitales. No para huir del mundo, sino para volver a ti.
Y si te gustaría aprender a cultivar esa presencia cada día, a reconectar contigo más allá de las pantallas, te invito a mi escuela online Enyógate, donde te enseño a tener una práctica personal de yoga, autónoma y adaptada a ti. No necesitas depender de vídeos. Solo necesitas una guía clara que te enseñe a escuchar tu cuerpo, tu mente y tu corazón.
Porque practicar yoga no es solo mover el cuerpo en una esterilla. Es también aprender a elegir el silencio cuando el mundo grita.
Te agradezco mucho que hayas decidido compartir este ratito de yoga conmigo, me encantará que me dejes un comentario en Spotify, en nuesto canal de Telegram o RRSS y sobretodo, muchas gracias por unirte a La Escuela online en Enyógate.com, porque de esa manera lo que hago cobra sentido y además me ayudas a que pueda seguir ofreciendo espacios como este.
Te espero en el próximo episodio. Que tengas un día estupendo, consciente y lleno de sentido. Namasté.
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