Episodio 59. La flexibilidad en el yoga: más que tocarse los pies
En el episodio de hoy, vamos a hablar de la flexibilidad en el yoga. Y no, no es un requisito para empezar. De hecho, es justo al revés: es una consecuencia de la práctica.
Mucha gente dice “yo no puedo hacer yoga porque no soy flexible”, cuando en realidad lo que pasa es que no son flexibles porque no hacen yoga. Curioso, ¿no?
Pero la flexibilidad no solo tiene que ver con el cuerpo. También tiene que ver con la mente. Así que hoy vamos a desmontar mitos, a ver cómo se desarrolla y por qué es tan importante, no solo para moverte mejor, sino para vivir mejor.
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¿Qué es realmente la flexibilidad?
Cuando escuchamos “flexibilidad”, solemos imaginar a alguien doblado en una postura imposible o tocándose los pies sin esfuerzo. Pero no es solo eso. La flexibilidad es la capacidad que tienen nuestros músculos y articulaciones para moverse sin restricciones, con un rango de movimiento que sea funcional y saludable.
Y aquí entran en juego las fascias. Esos tejidos conectivos que envuelven nuestros músculos, órganos y articulaciones. Son como una telaraña interna que mantiene todo en su sitio. Si están rígidas o deshidratadas, limitan el movimiento, y ahí vienen las molestias, la sensación de tirantez o incluso el dolor. Lo bueno es que el yoga, con su combinación de respiración y movimiento consciente, ayuda a mantenerlas elásticas y bien hidratadas. Y eso, a la larga, significa más libertad de movimiento y menos dolores.
Nuestra flexibilidad no está escrita en piedra. No solo la determinan la genética o la edad, sino también el uso que le damos al cuerpo. Si pasamos el día sentados, sin estirarnos, acumulando tensión… es lógico que nos sintamos rígidos. Pero con práctica y paciencia, el cuerpo se adapta. Y eso nos lleva al siguiente punto.
No es un requisito, es una consecuencia
Uno de los mitos más extendidos sobre el yoga es que necesitas ser flexible para practicarlo. Pero no. Nadie empieza siendo flexible. La flexibilidad es algo que se desarrolla con la práctica. Al principio, claro, sentirás rigidez, pero poco a poco el cuerpo se irá soltando. Es cuestión de constancia, de ir trabajando con paciencia y sin forzar.
Cada cuerpo es un mundo, y no se trata de alcanzar una postura perfecta, sino de hacerla tuya. Porque ahí es donde sucede la magia, en el proceso.
¿Cómo se desarrolla la flexibilidad con el yoga?
El yoga combina estiramientos activos y pasivos, lo que significa que trabajamos la flexibilidad desde distintos ángulos. Pero aquí la clave es la respiración. Aprender a respirar en una postura nos ayuda a soltar la tensión, a relajar el cuerpo y permitir que se expanda sin generar dolor.
Otro punto clave: no se trata solo de estirar. En yoga, la flexibilidad se trabaja de forma equilibrada con la fuerza. No queremos músculos como chicle sin control. Queremos un cuerpo ágil, estable y funcional. Un cuerpo que responda bien en la esterilla y en la vida diaria. Por ejemplo, facilitando movimientos cotidianos como agacharse, girar o estirarse sin esfuerzo ni molestias.
¿Para qué nos sirve a nivel físico?
Más allá de hacernos sentir más ágiles, la flexibilidad tiene beneficios muy concretos:
- Menos lesiones: un músculo flexible resiste mejor los movimientos inesperados, evitando tirones y esguinces.
- Mejor postura: la rigidez en algunas zonas crea desequilibrios. Con más movilidad, evitamos tensiones innecesarias.
- Alivia tensiones musculares: especialmente en zonas donde solemos acumular estrés, como el cuello, los hombros y la espalda baja.
- Mayor rango de movimiento: lo que hace que nuestras articulaciones funcionen de forma más eficiente y con menos restricciones.
La flexibilidad mental: un reflejo de la práctica
Pero la flexibilidad no es solo algo que desarrolla el cuerpo. También la mente, es una cuestión de actitud, se refleja en nuestra forma de pensar y de afrontar la vida. En yoga aprendemos a soltar expectativas, a aceptar nuestros límites y a adaptarnos a los cambios sin rigidez ni frustración.
¿Alguna vez te ha pasado que te empeñas en que las cosas sean de una manera y cuando no salen así, te frustras? La vida no siempre nos da lo que queremos, pero sí lo que necesitamos. La flexibilidad mental nos permite fluir con los cambios, valorar lo que nos trae la vida, encontrar lo bueno en lo inesperado y aprender de lo que no podemos cambiar.
Y lo mismo pasa en la esterilla. Si hoy no puedes tocarte los pies, no pasa nada. Si tu espalda no se dobla como la de la persona de al lado, tampoco. Con el tiempo, aprendes a valorar el proceso más que el resultado.
Y cuando llevamos esa actitud fuera de la esterilla, la vida se vuelve mucho más llevadera. Nos enseña a replantearnos nuestras creencias (muchas veces limitantes) y a abrirnos a la posibilidad, liberándonos de rigideces que nos limitan.
Flexibilidad y fuerza: el equilibrio clave
A veces pensamos que ser flexible es sinónimo de estar sano. Pero ojo, la flexibilidad por sí sola no es suficiente. Un músculo muy flexible pero sin fuerza puede ser inestable y más propenso a lesiones.
Por eso, en yoga trabajamos ambos aspectos a la vez. Posturas como el perro boca abajo o el guerrero no solo estiran, sino que también activan y fortalecen el cuerpo. Esto nos ayuda a tener una movilidad funcional, sin sacrificar estabilidad.
Más allá de la esterilla
Desarrollar flexibilidad en el yoga es mucho más que mejorar nuestro rango de movimiento. Es aprender a vivir con menos rigidez, a soltar lo que no nos sirve y a adaptarnos a los cambios con más apertura.
Así que si alguna vez has pensado que el yoga no es para ti porque “no eres flexible”, recuerda esto: nadie empieza siéndolo. La flexibilidad no es el punto de partida, es el resultado de recorrer el camino. Y lo mejor es que, en el proceso, los beneficios se sienten no solo en el cuerpo, sino en la forma en que vivimos el día a día.
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Te espero en el próximo episodio. Que tengas un día estupendo, consciente y lleno de sentido. Namasté.
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