Episodio 86. Autoexigencia y perfeccionismo: cómo el yoga puede ayudarte a soltar
En el episodio de hoy hablamos de la autoexigencia: esa voz interna que siempre quiere más, que nunca está satisfecha, que mide el valor personal en función de lo que haces, lo que logras, lo que rindes. Una voz que a veces confundimos con motivación, pero que en realidad es una trampa. Porque cuando el listón siempre está más alto que tú, el desgaste es inevitable.
Pero antes de empezar te voy a invitar a echar un vistazo los cursos de yoga online en los que te enseño a tener una practica personal autónoma y adaptada a tus necesidades, sin depender de vídeos o meditaciones guiadas, y lo más importante, a crear tu estilo de vida yogui con el objetivo de sacar la felicidad fuera de la caja.
¿Qué es realmente la autoexigencia y cómo se relaciona con el perfeccionismo?
La autoexigencia no es lo mismo que tener compromiso o aspiraciones. Es una tensión constante entre lo que eres y lo que “deberías” ser. Es vivir desde el deber en lugar del deseo, desde la corrección en lugar de la conexión. Es ese impulso interno que te empuja a hacer más, a rendir más, a ser mejor… pero sin pausa, sin compasión, sin disfrute.
Detrás de la autoexigencia suele haber una herida de valor: una creencia profunda (y muchas veces inconsciente) de que para merecer amor, pertenencia o descanso, primero hay que demostrar. Demostrar que puedes con todo, que no fallas, que eres suficiente… aunque para eso tengas que dejarte a ti misma para el final o te pierdas en el proceso de satisfacer exigencias heredadas.
Aquí es donde entra en juego el perfeccionismo, que no es otra cosa que la versión más afilada de la autoexigencia. El perfeccionismo te dice que lo que haces nunca está lo bastante bien, que siempre hay algo que falta, que sobra, que podría haberse hecho mejor. Es una cárcel mental donde el estándar es tan alto que resulta inalcanzable, y donde el reconocimiento (incluso el propio) nunca llega.
Autoexigencia y perfeccionismo son dos caras de la misma moneda: una búsqueda constante de validación a través del hacer, que muchas veces esconde un profundo miedo a no ser suficiente tal como somos.?
La trampa de la autoexigencia: la perfección no existe
El gran problema de la autoexigencia es que nunca se sacia. Siempre hay algo más que podrías mejorar, una versión de ti más eficiente, más impecable, más perfecta. Pero ese horizonte se aleja a medida que caminas. La perfección no llega, porque no existe. Y mientras tanto, vas perdiendo contacto con lo que eres ahora, con lo que ya hay de valioso en ti.
Los perfeccionistas son, en el fondo, los eternos insatisfechos. No importa cuánto hagan, cuánto logren, siempre sienten que es insuficiente. Esa sensación constante de deuda interna acaba erosionando la autoestima, porque se vive desde la carencia, no desde la suficiencia. Y el amor propio no puede crecer en una tierra donde nunca es suficiente ser uno mismo.
La mirada del yoga: esfuerzo sí, lucha no
El yoga habla de abhyasa, la práctica constante. Pero también de vairagya, el desapego. Practicar sí, pero sin aferrarnos al resultado. Entregarnos sí, pero sin perdernos en la exigencia. En yoga aprendemos a sostener el esfuerzo con suavidad, a buscar el equilibrio entre disciplina y compasión.
Esa es la diferencia entre el compromiso y la exigencia. El compromiso nace del amor. La exigencia, del miedo. Uno te cuida, la otra te agota. Y la autoestima se resiente cuando vives desde la exigencia constante, porque nunca eres suficiente para ti misma. Porque te relacionas contigo desde la corrección, no desde el reconocimiento.
Desde la mirada del yoga, esta forma de exigencia puede entenderse como una forma sutil de violencia hacia una misma. Ahimsa, el primer yama del Yoga Sutra de Patanjali, nos invita a cultivar la no violencia, también en el plano interno. No es sólo no hacer daño a los demás, sino también dejar de herirnos con exigencias imposibles, críticas constantes o comparaciones destructivas. Practicar ahimsa es aprender a hablarnos con más compasión, a reconocernos en el esfuerzo sin caer en el castigo.
El perfeccionismo, cuando se convierte en la única forma de validación, se aleja del principio de compasión que subyace en toda práctica yóguica. Porque compasión no es permisividad, sino presencia amorosa. No se trata de no esforzarse, sino de no dañarse por no alcanzar ideales que no contemplan lo humano.
Rebajar la exigencia desde el cuerpo
El cuerpo es un espejo de nuestra autoexigencia. Se tensa, se contrae, se sobrecarga. Y también puede ser la vía para liberar esa presión. El yoga nos ayuda a habitar el cuerpo sin juicio, a escucharlo sin forzar, a movernos desde la presencia y no desde la expectativa.
En la práctica, podemos explorar posturas que favorecen la entrega, como el niño o la pinza. Respiraciones que calman el sistema nervioso, como la respiración larga y profunda. Y también la meditación, que nos enseña a observar nuestros pensamientos sin engancharnos a ellos, a crear un espacio interno más amplio, más amable.
El yoga no elimina la exigencia de un día para otro, pero sí cultiva una mirada distinta. Una forma más amorosa de estar contigo. Una relación más honesta con tu cuerpo, tus tiempos y tus procesos.
El amor está en ti
Si te reconoces en este patrón de exigencia constante, si sientes que te cuesta parar, darte permiso o simplemente estar en paz con lo que eres hoy, te invito al curso “El amor está en ti”.
Un espacio para desmontar creencias, suavizar inercias y construir desde dentro una autoestima más real, más serena, más tuya. A través del yoga, la meditación y el autoconocimiento, aprenderás a dejar de exigirte tanto… y empezar a acompañarte mejor.
Porque no se trata de rendir más. Se trata de vivir más en paz contigo.
Te agradezco mucho que hayas decidido compartir este ratito de yoga conmigo, me encantará que me dejes un comentario en Spotify, en nuesto canal de Telegram o RRSS y sobretodo, muchas gracias por unirte a La Escuela online en Enyógate.com, porque de esa manera lo que hago cobra sentido y además me ayudas a que pueda seguir ofreciendo espacios como este.
Te espero en el próximo episodio. Que tengas un día estupendo, consciente y lleno de sentido. Namasté.


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